Ciencias | Autor: Redacción | 30-01-2015
Hallazgo de vida en la Antártida
Publicado en la revista «Scientific American»

CientÃficos encuentran un pez transparente en la cuña de agua oculta bajo 740 metros de hielo, a 850 kilómetros de la luz solar
Con gran sorpresa, un grupo de investigadores en Antártida descubrieron peces y otros animales acuáticos viviendo en perpetua oscuridad y frío, bajo un techo de hielo de 740 metros de espesor. Los animales viven en una cuña de agua de mar a 10 metros de profundidad, sellada entre una capa superior de hielo y el lecho marino, inhóspito y rocoso, una ubicación tan remota y hostil que muchos científicos no esperaban encontrar nada más que escasa vida microbiana.
Un equipo de científicos y perforadores de hielo hizo el descubrimiento tras bajar un pequeño robot hecho a la medida, por el estrecho agujero que perforaron a través de la barrera de hielo de Ross, una placa de hielo glaciar del tamaño de Francia que está suspendida frente a la costa de la Antártida y flota en el océano. El remoto sitio en el mar explorado por los científicos se asienta debajo de la esquina posterior de la barrera flotante, donde la plataforma se encuentra con lo que sería la costa de la Antártida si todo ese hielo se retirara.
La expedición, financiada por la Fundación Nacional de la Ciencia de EE.UU., se había aventurado hasta esta ubicación para investigar la historia y la estabilidad a largo plazo de la Corriente de Hielo Whillans, un gran glaciar que fluye desde la costa de la Antártida y se introduce en la barrera de hielo Ross. La expedición comenzó en diciembre cuando los tractores remolcaron grandes trineos que llevaban más de 400 toneladas métricas de combustible y equipo hasta la remota ubicación a 630 kilómetros del Polo Sur y 1.000 kilómetros de la base permanente más cercana.
La revelación de que algo más grande vivió allá abajo en la oscuridad llegó ocho días después de que se abrió el agujero, el 15 de enero, hora del Pacífico. El hallazgo dependía de un menudo robot de 1,5 metros de largo llamado Deep-SCINI, que tenía los ojos hechos de cristales de zafiro reforzados y resistentes a la presión y un cuerpo aerodinámico de varillas de aluminio y alta tecnología, espuma “sintáctica” compuesta de millones de cuentas de vidrio, pequeñas y huecas.
Finalmente, las paredes del agujero, iluminadas por la luz de Deep-SCINI, se sumergieron en la oscuridad. Bajo el hielo, el ROV entró a un vacío de agua negra sin límites. Manchas brillantes corrían por como estrellas fugaces más allá de la visión lateral de la cámara y la luz de Deep-SCINI reflejaba granos de arena, atrapados en el hielo durante miles de años, que ahora caían al fondo del mar después de ser perturbadas por el descenso del robot.
En total, ese día el ROV halló 20 o 30 peces. “Estaba claro que eran una comunidad que vivía allí”, dice Powell, “y no fue solo un encuentro casual”. Los peces traslúcidos eran los más grandes. Pero Deep-SCINI también encontró otros dos tipos de peces más pequeños —uno negruzco y otro anaranjado—, además de docenas de crustáceos rojos tipo camarón que vagaban por ahí, así como otros invertebrados marinos que hasta ahora el equipo se negó a describir.
El ecosistema también podría ser alimentado por energía química derivada del interior de la Tierra, en lugar de la luz solar. Las bacterias y otros microbios podrían alimentarse de granos minerales que caen de la cara inferior del hielo o llegan al agua de mar a través de los ríos subglaciales que fluyen por debajo de la capa de hielo de la Antártida Occidental. Los microbios en la parte inferior de la cadena alimentaria también podrían alimentarse por amonio o metano que se filtra de antiguos sedimentos marinos, cientos de metros más abajo. De hecho, hace dos años, cuando este mismo equipo perforó en un lago subglacial, ubicado a 100 kilómetros aguas arriba, encontraron un ecosistema que en gran medida se alimentaba de amonio, aunque en este caso, el ecosistema incluía solo microbios, sin animales presentes.
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