EDITORIAL | Autor: Andrés Maslyk | 12-05-2020
Anosmia polÃtica
El riesgo del ser en la pandemia
El hombre es un animal polÃtico; primero animal. La polÃtica surge como una herramienta para evitar la catástrofe humana en la convivencia social. El juego del poder, entonces, no es más que eso: un juego. El gusto por tener, o el olfato de lo que va a suceder, son propiedades que se van desarrollando dentro de los animales polÃticos, en algunos casos, con más facilidad que en otros. Veamos en particular qué pasa en nuestro paÃs, en épocas de pandemia, donde la anosmia (pérdida del olfato) ya no es solo un sÃntoma de ser portador del virus del COVID19. Parece un sello de marca de los gobernantes, al menos de nivel nacional, provincial, y en algunos casos, local. Es el ciudadano, que grita, que pide a voces, que no lo tomen más por tonto. Es el votante, señores gobernantes, que puede quedarse 14 o 28 dÃas más en casa, pero que sabe que no vamos hacia la solución, sino que simplemente nos acercamos al abismo de forma más lenta.
La anosmia es la pérdida completa del olfato. Hiposmia es la pérdida parcial del olfato. La mayoría de las personas con anosmia pueden reconocer sustancias saladas, dulces, ácidas y amargas, pero no pueden describir la diferencia entre sabores específicos. La anosmia política es algo similar: nuestros representantes reconocen los escenarios posibles pero no alcanzan a divisar cual es el real.
Así, si son gobierno nos mandan a casa, si son oposición no niegan pero sugieren que no es para tanto. Si la ciudad epidemiológicamente está avanzando de forma ordenada le "plantan" casos dudosos y si la emergencia acompaña a las decisiones más audaces el camino queda aceitado. Entrar a un edicio público, por estos días, y sentir ese olor a lavandina y a limpio nos hace agradecer eternamente a esta pandemia. No era tan difícil ser higiénicos.
Alberto F. ha encontrado en la pandemia una zona de confot. Cristina F., mientras tanto, ve en la pandemia una ventana al piedra libre de las causas judiciales. Axel no queda claro que epifanía le ha sido revelada durante esta epidemia, y el intendente se impacienta ante tanto idiota suelto por la ciudad, mientras junta monedas para pagar sueldos y proveedores, y tratar de seguir como si esto no estuviese pasando.
Todos los gobernantes, provengan del sector que sea, están teniendo ciertos niveles de anosmia política. La pérdida del olfato político, preludio de algo más grave, no tiene precedentes en esta escala. El día que esto pase, seremos lo que deberemos ser, pero los que queden en pie (entre ellos esperamos contarnos) deberán barajar y dar de nuevo: hay olor y no es de flor.