EDITORIAL | Autor: Andrés Maslik | 24-02-2020
Identidad lÃquida
Te amaré... Más allá de lo que tus sueños han imaginado
Y otro carnaval amaga con tocar la retirada. La parodia epiléptica de los pobres, o la manifestación genuina de las clases humildes genera más y más grieta. Una fiesta cheta en un balneario del sur de la ciudad transcurre a la vez que un corso, en otro lugar pobre de la urbe, que pasa entre pitos y matracas, si es que hay pitos para soplar y matracas para batir, en algún rincón de esta disminuida Mar del Plata. La polÃtica, por estos dÃas, se ha decidido tomar vacaciones en la trama siniestra de intrigas y mediocridades que envuelve al poder.
La mañana que sigue al día después, Louane canta, en frances, "Te amaré", y suena muy distinto su dicción nostálgica después de la regresión del alma, en los tiempos en que la humanidad, ahora con identidad líquida, amaga con fagositarse el futuro inexistente.
Para culpar a tus ojos
Para hacer jurar todos los truenos de Dios
Para levantar los pechos y todos los santos
Para hacer oraciones y suplicar nuestras manos
Te amaré
Y tal vez, en algún lugar peronista del inderrotable corazón, algún operador político piensa en el bien y el mal, como la entelequia de lo que no se puede definir por penales, o corners cortos.
El mundo necesita vomitar razón, en el corso y en el balneario cheto del sur, pero no hay suficiente en el interior como para derramar. En su defecto, expulsa una y otra vez, un viscoso líquido incoloro, en términos de tetra de jugo de uva o daikiri, según el caso. El carnaval nos empalma, nos amiga, en una intersección imaginaria en donde el Morgana y Merlín decidieron hacer las paces, al menos por un fin de semana largo. Aquellos objetos que arrojaste de tu hogar, por la ventana, sospechados de ser portadores de mala vibra, ahora viven en otros senos de hogares, distintos al tuyo y al mío, ni mejores ni peores, en algo que llamamos solidaridad pero que en el fondo no conocemos qué es en realidad.
La identidad se mezcla en la coctelera sucia del chiringo del balneario, hornamentado con luces chinas y vestido con música de Agapornis. La avenida mal iluminada huele a chori y a humo, con vino barato, a unos kilómetros de allí. Tú, posibemente, no hayas ido a ninguno de los dos eventos. Yo, tal vez, tampoco, pero ambos sabemos de lo que estamos hablando.
Y en este devenir virtuoso del bien que intenta poner claridad en las zonas grises, la cama de la madrugada nos devuelve la paz que hemos perdido, al menos por un rato. La mañana del día después Louane seguirá intentando explicar el mundo desde el amor, aunque la sociedad, en su mundo individual, se mueve por otros conceptos.