EDITORIAL | Autor: Andrés Maslik | 30-01-2020
Un amor de cuatro años
La chica del adiós
La chica se fue, es un hecho. El amor de cuatro años fue reemplazado por la comodidad de un señor con andropausia que tiene un departamento caro. Nunca va a ser como antes. Ella lo sabe y él también. La chica del adiós, hoy la patria, nos reclama entre reproches y nostalgia, aquel amor no correspondido que supimos cambiar por una diversión fast food. La pareja de hoy, con pasión adormecida, tal vez acotada, nos habla de las urgencias del comer dÃa a dÃa, de la ausencia de un plan y de la deuda, como si ello fuese el principio del fin de una relación que muere antes de consolidarse. La chica del adiós sufrÃa desmayos en las discusiones, como si se tratase de la novela turca reeditada o un refrito de "Casados con hijos". Alberto, tal vez Cristina, y todos los demás, están en la "Isla de Gilligan."
Hoy algún que otro argentino chequeó un pasaje para irse, lejos, a probar suerte a otro lado. Difícil país, el nuestro, lleno de contradicciones inmediatas y amores no correspondidos. Mauricio, con Juliana y Alberto con Fabiola, no lograron convencerlos de que el amor, en estas latitudes, era posible. Cristina, viuda y de incógnito, hace tiempo que dejó de creer en el amor. Todos, inexorablemente, miran hacia el mar. Incluso Borges nos llama, desde su poema(*), para hacernos de un momento sin tiempo, en el que el espacio temporal suena como una efímera carcajada.
Antes que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera,
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía.
(*)EL MAR, por Jorge Luis Borges
Entonces, un día como hoy, el hombre en el café se sienta a llorar por la pareja perdida, aquel amor de cuatro años que comenzó el día que Macri se atrevió a disputarle la segunda vuelta a Scioli, y terminó en el fracaso de octubre de 2019, que desemboca en este amargo presente, de pasiones encontradas y acotadas, de sueños recortados por un presupuesto atado al carro de la deuda, aquella que nunca supimos, (supieron), ni quisimos, (quisieron), saldar.
Al tipo se le escapa una lágrima en el café. Ella, ahora vive sin amor con otro, recreando el pasado y esperando saber si el gusto del café de las mañanas es como el de antes. Cambia de canal y pega otro sorbo. La Isla de Gilligan la aburre de sobremanera pero irse, para alguien que ya fue y volvió, no parece ser una opción.