EDITORIAL | Autor: Andrés Maslik | 13-12-2019
Los mediocres
Los de siempre
Están los de siempre y los que quieren cambiar las cosas. Están todos, en el nuevo gobierno. Algunos vienen tan verdes que sorprenden, sobre todo, si nos paramos desde el punto de vista del management. Los chicos K, ahora reconvertidos, miran a Cristina que maltrata y a Alberto que tiende puentes. Axel que no sabe muy bien a que juega y, como si fuera poco, no parece estar a la altura de los hechos (más bien es bajito). Guillermo Montenegro, el hombre de pura cabeza, al frente de una ciudad detonada, intenta conciliar a los unos y los otros, mientras lo corre por derecha los de Cambiemos, por izquierda los radicales y por el medio los de siempre: esos se dividen en ansiosos y de los otros: los mediocres, que se tratan de aferrar a a silla, cuando para la música.
El baile de la silla es tan viejo como el cuento de la patria. La patria es el otro, pero primero yo, por las dudas. La patria parece ser el remisero que no respeta la derecha en las esquinas, que se para en doble fila o anda con balizas mientras no le importa el que viene detrás. La patria nos pide que nos corramos y liberemos un carril. Si no queremos ayudar, por lo menos que no estorbemos. Conozco un funcionario local que, viniendo de gestiones anteriores, se arrastró por todos los despachos, por estos días, para conservar un carguito. Conozco otro que cree que su aporte puede transformar al elefante en un bazar que parece ser la muni de Mar del Plata. Si un día jugaran una partida de dados, estos dos, seguro que ninguno iba a completar la generala. Son como esas cosas imperfectas, que nunca van a llegar a lo que prometen.
También, mientras tanto, se tejen nuevas alianzas, y aquellos que nunca comerían juntos, ahora son socios. Existen dos ministros que se odian tanto que sus hombres no comparten ni el ascensor, para ir al trabajo. Pero todo puede cambiar.
Como sea el tiempo puede acomodar las cosas. O no.