EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 11-10-2019
Gualicho
Un dÃa como hoy
En el universo existen fuerzas que no sabemos explicar su origen, pero que sabemos que nos afectan. A nuestro querido paÃs, seguramente, un influjo de fuerzas extrañas lo atraviesan desde lo cotidiano y le impiden un desarrollo normal, si es que el término normal existe y es aplicable a algo. Es una época de elecciones, de esfuerzos estériles y perdidos. Ganadores y perdedores son y serán la misma cosa. El carro no arranca y la recesión nos consume, en una mezcla rara e inaudita con la inflación, récord en el mundo (excluyendo a Venezuela que dejó de pertenecer al mundo hace tiempo)¿No seremos objeto de un gualicho?
No anda la red de Wi-Fi, o, al menos, el operador del cable no sabe dar en la tecla. El instalador de la empresa del cable nuevo, que reemplazará al abusivo cable anterior, no da en la tecla con su instalación por aire. Se cuelga, de paso, la impresora Wi-Fi, que desconoce la red, de la que hasta hace unos minutos, era más que conocida. El operador de cable dice que el techo tiene bicho taladro. El señor de la ferretería cobra 4000 pesos por un producto para erradicar el bicho taladro. El sistema está colgado. Argentina, de paso, también.
Un gualicho es un tipo de espíritu o ser dañino presente originalmente en las mitologías aborígenes del Sur Americano; en las etnias Ranquel, Pampa, Mapuche, y principalmente en la cultura Tehuelche. Como somos parte de esta tierra, suponemos que el gulicho, en todo caso, viene de nuestros ansestros, cuando no de los españoles. En palabras de Javier Fuentes Cañizares, que de cultura antígua española puede explicarnos algunas cosas, refiere a las maldiciones como rito que desde la península ibérica han partido alguna vez. En estos días de conmemoración de la diversidad cultural, es bueno sostenernos en algunos de nuestros otros orígenes.
Dice Cañizares que "La abundante presencia de las maldiciones en el repertorio musical de los gitanos bajoandaluces constituye un valioso argumento en favor de la defensa de la participación indudable del pueblo gitano en la gestación del cante jondo.1 El sostén principal sobre el que se apoya la defensa de esta afirmación, que convierte a algunas comunidades gitanas de la Baja Andalucía en artífices de un legado musical único, se halla en la concesión gitana de un crédito enorme en el poder de las maldiciones".
Gualichos y maldiciones tienen que haber sucedido a nuestra historia, seguramente en combinación letal. El señor del cable no puede configurar el decodificador y la empresa del cable le pide que lo lleve para cambio. Son dos aparatos y en el medio de la confusión se le ha extraviado uno en la casa. El señor cree que el demonio se apoderó de la casa (cual Casa Tomada de Cortázar). De alguna manera, esperamos, las energías comiencen a nivelarse. Cuando todo amenaza a la destrucción entrópica aparece el deco extraviado. La vida, una vez más, nos hace un guiño cómplice.