EDITORIAL | Autor: redacción | 30-07-2019
Arroyo solo hacia el paredón
El intendente se inmola
Arroyo decidió inmolarse públicamente, criticar a Vidal y romper lanza con Macri. Se sabe solo, sin apoyo, dejado de lado por el poder y digerido apenas estos años por una conveniencia mutua que, Cambiemos en su momento, no quiso alterar. El fracaso de la gestión Arroyo, peleado con todos, sin mejorar nada y habiendo acomodado en funciones una veintena de parientes, deja a la ciudad desprotegida y permite que otros oportunistas vengan con ciertas promesas y hagan, o rehagan, lo mismo que don Carlos Fernando I, quien manejó los fondos de esta ciudad y distribuyó cargos públicos, como si se tratase de un feudo. El problema mayor surgirá el 12 de Agosto. Un intendente que quedará desacreditado, sin votos, y ninguneado por provincia y nación, estará sin margen para maniobrar operativamente a Mar del Plata y Batán, hasta diciembre, donde deberá irse hacia el ostracismo polÃtico del que nunca hubo de salir.
Las anécdotas sobre lo que hizo y dejó de hacer el actual intendente de Mar del Plata y Batán, son tantas y tan variadas que sería imposible resumirlas en esta editorial. Baste con decir que durante su gestión se maltrató como nunca a los docentes municipales, que se firmó un contrato leonino con la recolección de resíduos, que se acomodaron políticamente el hijo del intendente, el yerno (ahora ex yerno), la hija, los hijos de la ex pareja, las amigas, inspectoras, secretarios y profesores que se llevaban bien con él cuando era director de la EDEM 2, y algún que otro alcahuete de turno. Los dislates producidos en el área de tecnología, abrir un centro tecnológico como el CETEC que desde hace un año no tiene acceso a internet, por caso, o enseñar robótica en las escuelas, pero sin robots, con tiza y pizarrón, sacándose selfies para Instagram y con cero efecto pedagógico; no opacan en absoluto el déficit generado en seguridad, salud, servicios urbanos y tránsito. La idea de imponer la "tolerancia 0" en el consumo de alcohol, lejos de producir un efecto reductor de accidentes, redujo el consumo de bebidas en el alicaído sistema de gastronomía de nuestra ciudad. Rompió el diálogo con sectores vitales de las fuerzas vivas, chicaneó a autoridades provinciales y nacionales y, finalmente, lloró en público cuando lo creyó políticamente correcto.
Este combo de fracasos que sumió a la ciudad en el mayor atraso desde el retorno a la democracia, que la colocó a la cabeza de la desocupación nacional y peleando palmo a palmo en los índices de inseguridad, preludia a la debacle que sobrevendrá el día después de las PASO, cuando la suerte esté echada y se sepa que Agrupación Atlántica no llega a los dos dígitos de votantes. Sin legitimidad política, si es que alguna vez la tuvo, "ni el tiro del final te va a salir". Arroyo se irá con la música a otra parte.