EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 30-05-2019
No creo en los buenos
Y en otras yerbas, tampoco.
El bien y el mal, definen por penal, dicen los Divididos. Tal vez lo diga Ricardo Mollo o Diego Arnedo, o los dos a la vez. Tal vez podrÃan ser Héctor y Aquiles, peleando en la mÃtica puerta de Troya. Lo cierto es que para ejecutar un penal hay reglas, que no siempre se cumplen, pero todo sigue como si nada (ver la referencia del penal que Roma, de Boca Juniors, le contuvo a Delem, de River Plate, en 1969 y bajo situaciones dudosas, por cierto). Los buenos le ruegan a Dios que los ayude, entonces los malos...¿le pedirán al Diablo, un poco de apoyo? ¿Si Macri es el bien, entonces Alberto Fernández es el mal?¿Será al revés?¿Existirá un Lavagna o un Massa que porten la dicha de ser buenos, de verdad? Conocà un hombre que decÃa que el mal no existÃa, una tarde en que mi tÃa polaca estaba relatando como maltrataban a los presos del campo de concentración de Szczecin, en Polonia, durante la segunda guerra mundial: nunca supe quién logró convencer a quién.
Mar del Plata tiene esas cosas, también. Posee momentos eternos de nada, donde la gente se puede sentar en torno a un café, mirar por la ventana y pretender solucionar a los problemas de la humanidad. Héctor y Aquiles tomaban un café en una de esas tardes cuando se descubrieron a sí mismos como pecadores de una sociedad pecaminosa. -No creo en los buenos- dijo Aquiles, con años encima, un talón luxado y lustros de frustración "marplanáutica". -Yo tampoco- le respondió Héctor, y entre los dos se había tejido el pacto subjetivo de aquellos que saben de qué hablan. Una foto del intendente, junto al secretario de gobierno y el de hacienda estaba en una página principal del diario. El pocillo vacío del cortado de Héctor había manchado un borde del periódico. Aquiles todavía no lo había terminado: le gustaba beberlo más frío.
Los Argentinos somos derechos y humanos, decían los militares imputados y castigados por cometer atrocidades contra miles de argentinos que luchaban por distintas utopías. Los herederos de aquellos desaparecidos y torturados (algunos) despilfarraron fondos del estado en planes de vivienda truchos, manchando el nombre propio y el de los antepasados, de los que no sabemos mucho, incluso con tantas contradicciones, porque es imposible sostener un relato verídico de todo.
Alfonsín con su "La casa está en orden" produjo más dudas que certezas, concedió, negoció y mintió a la ciudadanía, en pos de sostener a la endeble democracia conseguida en 1983 tras el desastre de Malvinas en 1982 ¿No es acaso ello un dilema existencial como república? Entonces, un par de años después, Menem privatizó todo lo que pudo, para que miles de argentinos vieran como sus pueblos se morían, con cada ramal de ferrocarril que cerraba, para que millones de otros argentinos viajaran a Miami en la versión del deme dos ahora 2.0, en el fin del milenio.
Néstor Kirchner dijo que no iba dejar sus convicciones en la puerta de la Rosada y tal vez no haya mentido, solo que sus convicciones no eran lo que todos suponíamos que eran sus convicciones ¿Era acaso Néstor K el mal y los del otro lado, por caso Lilita Carrió, el bien?¿Era al revés?
Héctor pedía otro cortado y la charla iba ahora en torno al amor: -esa chica no estaba a tu altura, vos sos un guerrero y necesitabas una mujer con un poco más de cerebro, al lado tuyo- le sentenció a Aquiles, que creía que él era el bien y la chica microencefálica, por oposición, el mal. No pasaría mucho para que se diera cuenta de que no se podía afirmar, ni negar, ni todo lo contrario.
-Por suerte las elecciones nos enfrentan al dilema de pensar en nosotros y nuestra posteridad o en el sálvese quien pueda- dijo Aquiles (mientras sentía un pinchazo extraño). Héctor no respondió pero esta vez, excepcionalmente, pagó todos los cafés.