EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 19-04-2019
El Viernes que no fue Santo
Meditación
Acechado por los recuerdos, en la puerta de Jerusalén, Jesús se preparaba para morir, a eso de las tres de la tarde, según cuenta el Nuevo Testamento. El Calvario, también conocido como el Gólgota, fue un sitio que se encontraba cerca del exterior de las murallas de Jerusalén. En este lugar es donde fue puesto en un madero de tormento que simboliza muchas cosas, según para quién y en el momento de la historia personal y humana en la que se encuentre. Hoy, desde una perspectiva menos religiosa, los argentinos nos encontramos lejos de la santidad, enfrentando un viernes y acechados por los recuerdos, como aquel Jesús , casi dos mil años después, sin solución de continuidad.
Si Jesús, para los católicos el auténtico mesías, no dejó rastro corpóreo en el mundo, es porque el sistema se ocupó de ello. Tal vez, desde un aspecto más agnóstico, su cuerpo desaparecido sea la justificación de otras cosas, lejanas a la resurrección. Como prueba queda el lugar en donde fue sepultado y en general, cuando se habla del Santo Sepulcro, se pueden distinguir dos cosas: La iglesia en la que se encuentran el sepulcro de Jesús, el monte Calvario (donde murió), la piedra donde fue ungido antes de ser sepultado y el aljibe donde fue encontrada su cruz tres siglos más tarde.
El tiempo difumina los relatos y la documentación, torpe en algunos casos, se ocupó de construir el resto, junto al mito y a la detracción. Hoy, Jesús, o lo que el representa, nos interpela con curiosa lógica, preguntando si tiene, tuvo, algún sentido, tanto tormento personal. El mismo pueblo que miró para el costado mientras lo flagelaban, la gente que corrió los comentarios y luego avalaba el relato. Los argentinos del 2019 somos como aquellos que dejaron que destrocen al Jesus de Nazareth, para luego venerarlo (después de muerto).
El país y la liturgia acumulan historias negras de reproches y olvidos. Ponerse en paz con uno mismo primero, y luego con los demás, quizás sea la única enseñanza de este viernes que no fue santo.
Y cuando una nube oscurezca tenuemente el horizonte de las 15 horas, una lágrima interior tal vez bendiga cada una de las almas de los que aún creemos en algo.