EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 24-01-2019
Romanos en mi casa
Raro
Para acompañarnos en estas vacaciones un tanto politizadas por mediocres que se quieren quedar agarrados a las sillas e ineptos que se postulan hasta para boy socout, desde Opinión 22 creemos que está bueno dejar volar el otro lado de nuestro ser, ese que se conecta con lo infinitamente correcto, incorrecto y posible. Dejemos para mañana las luchas intestinas de un gobierno que agoniza y goza del descrédito general y cambiemos, por un poco de fantasÃa playera, el relato de lo posible.
Romanos…
Hacia la tarde las cosas no eran, ni por asomo, similares a como las habíamos planeado. Cinco almas en pena que rondaban una casa apenas deshabitada por una persona y un perro. Siete pecados, seis puntas de una estrella en ocho partes, persiguiendo nueve símbolos de un decálogo incompleto.
Romanos en una V corta. Romanos que descendíamos de griegos y fenicios, pero habitando en Latinoamérica, con almas de este mundo y del otro, recorrían cada habitación, a la noche, o tal vez todo el día. Romanos que aprendieron a encender el TV por la noche, a vigilar la casa de intrusos. Romanos que sabían “craquear” el Wi-Fi de la casa, y habían aprendido a ver y callar. Los romanos sabían comunicarse con el más allá, entre vomitonas y orgías de comida, bebida mujeres y hombres. Hasta los esclavos se divertían con aquellos romanos. Hoy la vida es más prosaica (o no) y todos en parte somos esclavos de otros. Las orgías se limitan a un asado o pizzas con amigos, donde corre el vino y la cerveza, cantamos tangos en un improvisado caraoke y recibimos una que otra visita agradable.
En el camino de regreso, como si se tratase de uno de los personajes de la novela de mi amiga española Mayte, tratamos de remendar lo que somos con lo que tenemos. Si la casualidad no existe y la muerte no es más que el fin de todo ¿qué hacen estos romanos que pululan por mi vivienda, riendo, sangrando mis oídos con eternas melodías mal concebidas y sin metáforas de cliché? Simplemente existen. Lo que sigue ¿a dónde? ¿por qué? ¿para qué? Sanatas sin sentido de un hombre que piensa que piensa y que sueña que piensa que piensa, mientras que otro que piensa lo sueña. Eterno despertar contradictorio del alma que nunca conoció el limbo, no pudo entrar al purgatorio porque el día que fue había piquete de arcángeles no domesticados y está muy lejos del cielo.
El cielo hacia la tarde se vuelve gris, siempre, gris y sureño (del hemisferio sur). Cuentan los que saben (Sai Baba no lo afirma ni lo niega) que el sur es el norte, casi como lo pintó Joaquín Torres García y los campos de batalla son similares a los testimoniados por Cándido López allá por la última mitad del siglo XIX. Antes de aquel 24 de abril de 2011 aquel gurú, Sathya Sai Baba, que a la postre no llegó a la categoría de semi dios, por esas cosas caprichosas del calendario, el hombre recibió cientos de denuncias de ex fanáticos que revelaron algunos aspectos desconocidos de su vida. Violación de menores, enriquecimiento y el permanente abuso sexual a sus seguidores hicieron de este hindú un romano similar a los que habitan en la casa del no tiempo. El sur indio es similar al nuestro, latino y despojado. Una ráfaga corre desde el alma al pasillo donde los romanos juegan una extraña suerte de barajas, con signos raros y cantidad de piezas no uniformes. No parece ser que el que tenga más cartas sea el que va ganando.
El presente es un yogur descremado de frutilla, una pastilla para la acidez estomacal y un sueño. El pasado no existe y el futuro, ya lo dijo Lord Keynes, se llama largo plazo, y allí estaremos todos muertos. Tal vez jugando barajas con los romanos (no estos) en una casa tomada en la que los televisores se enciendan solos por la madrugada. Allí el alba anunciará nuevas ilusiones que demolerán a las antiguas y habrá una tarde en la que evaluemos que las cosas no eran, ni por asomo, similares a como las habíamos planeado.
V (ve corta) I (palito), sigue el ciclo mientras nadie fatigue el recuerdo de aquello que no fue y que forma parte del todo que sí lo es.