EDITORIAL | Autor: Lic. José Luis Dranuta | 20-08-2018
Conversación entre Don José de San MartÃn y Cristina
El Ministerio de los Tiempos
Para aquellos televidentes que pudieron ver, vÃa Netflix, "El Ministerio de los Tiempos" les será un poco menos difÃcil de imaginar esta situación. Existe un viejo edificio, en la calle Defensa, casi llegando a Belgrano, en donde hay puertas que comunican a todos los tiempos pasados, siempre que sea dentro de Argentina. El algoritmo cambia todas las semanas, de modo que Doña Cristina Fernández, en uso de su mandato, seguramente viajó por una puerta que tal vez hoy ya no existe, hasta encontrar al General San MartÃn. Del diálogo solo tenemos alguna parte aislada, pero les aseguro que vale la pena. No solo en España se puede imaginar (si la imaginación no es una parte de la realidad también) semejante epopeya.
Cristina llega, maquillada y vestida con botas tipo bucanero y jean. Camina por una calle precaria de la ciudad de Mendoza en 1817. Un sobretodo cubre su cuerpo y una especie de pañuelo parte de su cabeza. Es una vestimenta muy extraña pero la gente, por esos días, está preocupada por otras cosas.
Una media hora más tarde, a la puerta del despacho del General San Martín, observa un crucifijo e imagina un cuadro de Bergoglio, ahora Papa Francisco, y una mueca involuntaria de su cara la delata; estos son tiempos difíciles.
El General la hace pasar y respeta el pedido de la extraña dama que solicitó hablar a solas con el responsable de la campaña a Chile. El soldado que custodia la puerta del despacho también se retira prudencialmente.
Cristina le cuenta que viajó desde el año 2015, que su mandato como presidente finaliza en un par de meses. Don José, hombre de compostura y cabales, se las fue ingeniando para tratar de entender y creer cada cosa que le dice Cristina. El diálogo no reflejaría de ninguna manera el momento puesto que la dialéctica y las palabras encarcelan las ideas y entre estos dos personajes no pudo sino fluir la verba sin artilugios.
"La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien", dice el General mientras Cristina lo obseva con los ojos avellanados más redondos que nunca.
San Martín agrega - "Cuando la patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla".
Por algún motivo no se supo mucho más de aquel encuentro, solo que tres años después, mediante vaya a saber qué truco, Cristina, ahora ex presidente y con causas que la acechan volvió a por el General.
"Es una causa inventada sobre hechos que no existieron", se siente decir. El tiempo es uno, o muchos, el despacho tal vez no es el mismo. El General, sabio si los hay (San Martín está entre nosotros en un eterno presente) responde con alguna palabra no acorde a su rango.
Golpean la puerta del despacho, Don José no responde, sigue Cristina hablando: "Me acusan de traición a la patria, una acusación sin fundamento que es un insulto a la inteligencia de los argentinos. No creo que los argentinos puedan creernos capaces de traicionar a la patria. Si les molestaba que digamos la palabra patria, cuando nos identificamos con la patria es el otro".
Más formal, San Martín intenta enarbolar un discurso de despedida, a él también le molesta que lo vean cerca de Cristina. -“Un buen gobierno no está asegurado por la liberalidad de sus principios, pero sí por la influencia que tiene en la felicidad de los que obedecen”.
Se confunfen en un saludo no protocolar, tal vez incluso con un beso en la mejilla. "Seamos libres que lo demás no importa nada" dice Cristina y San Martín parece atesorar para sí la frase. El futuro dirá que la misma pasará a la inmortalidad en los labios de Don José. El mismo futuro que narra que una ex presidenta fue condenada por tremendos hechos de corrupción. En aquellos días, la libertad les preocupaba a los dos, pero no por igual.