Pese a sus años y sus constantes exabruptos, Mujica sigue generando una masa de seguidores única en Uruguay y es el senador más votado de la lista más votada -el Movimiento de Participación Popular (MPP), sector que integra el Frente Amplio (FA, izquierda)-.
Su vida estuvo marcada desde joven, al unirse en la década del 60 al grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), que batalló en guerrilla -en épocas en las que aún había democracia en Uruguay- y fue derrotado en 1972. Con la llegada de la dictadura cívico-militar (1973-1985), Mujica fue encerrado en condiciones inhumanas, torturado y aislado de casi todo tipo de comunicación por 12 años.
En su gobierno su imagen recorrió el mundo, se lo catalogó como “el presidente más pobre del mundo” por vivir en una finca y donar su sueldo a un plan de vivienda. Sus discursos en ámbitos internacionales y las leyes aprobadas -matrimonio igualitario, legalización del aborto y marihuana legal- le dieron gran resonancia al país fuera de fronteras.
Mujica, quien en 2018 también renunció al Senado para descansar tras “su largo viaje” de la vida, también volvió a la escena para intentar ayudar al FA a ganar las elecciones de 2019 -algo que finalmente no consiguió-. Ahora, los dos expresidentes cuyas vidas políticas han sido paralelas, contrapuestas pero complementarias, renuncian juntos. Un poco por la pandemia -ya que ambos son población de riesgo-, tal vez también por cansancio y por dar cierre definitivo a una etapa.
A pesar de todo, es probable que estos dos viejos lobos, el guerrillero y el académico, el de casa pequeña y el intelectual de cejas grandes, todavía tengan mucho por vivir, ya que, desde el principio hasta el fin de sus días, ambos serán políticos.