El presidente de Venezuela lo hizo después de acusar a Estados Unidos de liderar una campaña que busca demonizar a su país y que tiene como propósito justificar una intervención humanitaria.
El sucesor de Hugo Chávez decidió viajar a Nueva York in extremis y participar en la Asamblea General de la ONU en medio de una creciente presión internacional. Lo hizo para contar lo que calificó de "verdad de Venezuela". La gestión de su Gobierno ha llevado al país al desastre económico y social y ha desencadenado una emergencia migratoria sin precedentes en la región. Maduro lo negó casi todo. Por ejemplo, que se haya producido un éxodo de millones de personas. Y lo que no pudo negar, como la gravísima crisis que golpea a los venezolanos, una hiperinflación desbocada y la escasez, lo achacó a una supuesta persecución del enemigo exterior y una conspiración mediática. No obstante, recogió el guante de Trump, que a pesar de lanzarle durísimas advertencias abrió la puerta a una reunión bilateral.
Con el doble lenguaje que caracteriza a Trump, dijo por la mañana que estaba “abierto” a reunirse con Maduro y al mismo tiempo no descartaba una acción para proteger al pueblo venezolano frente a una dictadura “horrible”. El martes, en un encuentro con el presidente de Colombia, sugirió que el Gobierno venezolano podría verse derrocado “rápidamente” por una sublevación del Ejército.