| Autor: Lic. Mirtha Cáffaro | 19-07-2018
Las "malas palabras"
Roberto Fontanarrosa siempre jugó de local en su amada Rosario y su discurso sobre "las malas palabras" marcó un hito en el Congreso Internacional de la Lengua española. Con su franqueza y calidez representó a los intelectuales argentinos y reafirmó que el humor es reflexivo y profundo a la hora de comunicar.
Roberto Fontanarrosa dejó este mundo terrenal en 2017 tras una enfermedad que fue consumiendo su físico pero que aunque dejó un vacío muy grande, dejó su legado como artista internacional.
A horas del día del amigo, muchos hoy evocaron su presencia permanente en cada ámbito que frecuentó y en los millones de corazones que penetró con su palabra, su humor y sus dibujos.
Roberto Fontanarrosa nació en la ciudad de Rosario en 1944, el 26 de noviembre. Murió en la misma ciudad el 19 de julio de 2007 con 62 años.
Estudió la primaria en la escuela Mariano Moreno y la secundaria en la escuela Industrial. Su vocación artística comenzó en los años 60 cuando comenzó como dibujante humorístico en la Revista Boom de su ciudad natal en 1968, después en Zoom y Deporte 70. Al parecer se hizo famoso por la rapidez y calidad de sus ilustraciones. En 1973 ya dibujaba en las revistas Hortensia, Sariticón y en el periódico Clarín.
En su extensa obra se resaltan los personajes como el matón Boogie el aceitoso y el gaucho Inodoro Pereyra. También se publicaron sus historias en los periódicos de Colombia y en semanarios de México.
Entre sus seguidores se hizo muy conocido su gusto por el fútbol, puesto que además hizo varias obras sobre ese deporte. Tiene cuentos como: 19 de diciembre de 1971 que narra una semifinal del Torneo Nacional y es ahora un clásico de la literatura futbolística argentina. No es de extrañar, además, que era seguidor de Rosario Central. Sobre su afición por el fútbol llego a decir:
“Si hubiera que ponerle música de fondo a mi vida, sería la transmisión de los partidos de fútbol”.
Su figura y obra se volvió tan famosa que desde 1973 se afirmó que el periódico Clarín se empezaba leyendo por detrás, desde las tiras.
Sus viñetas se encuentran recogidas en volúmenes como “¿Quién es Fontanarrosa?”, “Fontanarrisa”, “Fontanarrosa y los médicos”, “Fontanarrosa y la política”, “Fontanarrosa y la pareja”, “El sexo de Fontanarrosa”, “El segundo sexo de Fontanarrosa”, “Fontanarrosa contra la cultura”, “El fútbol es sagrado”, “Fontanarrosa de Penal”, “Fontanarrosa es Mundial”y “Fontanarrosa continuará”. En estos títulos se pueden revisar los temas que trató en sus famosas ilustraciones.
Desde la literatura publicó recopilaciones de cuentos como “El mundo ha vivido equivocado” (1982), “No sé si he sido claro” (1986) y “Nada del otro mundo” (1987). Entre muchos otros que público más adelante en su vida desde 1990 al 2005 como “El rey de la milonga” (2005). También publicó novelas como “Best Seller” de 1981, “El área 18” en 1982 y “La gansada” en 1985.
De su obra se dice que rememoraban situaciones en el bar El Cairo donde se podía encontrar un día cualquiera a éste artista. Su punto de vista siempre tenía sabor popular pero también una fina mirada para el humor.
En 2003, fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófico que lo obligó a utilizar silla de ruedas desde el 2006. Por esa época tuvo que anunciar que dejaría de dibujar historietas pues ya no podía controlar su mano derecha por la enfermedad. Aun así, siguió escribiendo guiones para sus personas y colaborando con otros ilustradores famosos en tanto ideas.
Roberto Fontanarrosa murió el 19 de julio de 2007 a causa de un paro cardiorrespiratorio una hora después de ingresar al hospital por insuficiencia respiratoria. Tan querido como era en el país, su entierro fue asistido por cientos de ciudadanos, escritores, artistas, políticos y otros que formaron una marcha que paró cerca del Estadio Gigante de Arroyito por el amor al futbol que le tenía Fontanarrosa y terminó en el cementerio Parque de la Eternidad donde fue enterrado.
En noviembre de 2008 su nombre fue víctima de un escándalo, puesto que su segunda esposa demandó a su hijo por los derechos intelectuales de la obra de Roberto Fontanarrosa.
Su mayor honor fue causar gracia como hizo saber:
“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»”.
Aunque en vida fue muy reconocido y ganó la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento por su trayectoria y aporte a la cultura. Además, en México recibió “La Catrina” premio internacional de caricatura e historieta.
Su vida y obra hizo tanta mella en Argentina que el 26 de noviembre es el día nacional del humorista en conmemoración de su nacimiento. Aunque no alcanzó a verlo, su casa natal fue declarada esquina “Roberto Fontanarrosa”. Así entre días nacionales y estructuras con su nombre, es recordado una de las figuras más grandes del dibujo humorístico.
Las malas palabras (1)
Roberto Fontanarrosa
No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer.
La pregunta es por qué son malas las malas palabras,¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de las malas palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.
Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba boca sucia, una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando.
Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era la falta de la televisión que había que caer en esos juegos ingenuos.
Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso, que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”.
Yo creo que estas malas palabras les sirven para expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente, ellos no nos dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede defender para expresar o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.
No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo.Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no sé si está en el Diccionario de Dudas- está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras. Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es la palabra “carajo”.Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que se ha llegado al eufemismo de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una hipocresía…
Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra “mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Lo que yo pido es que atendamos esta condición terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje porque las vamos a necesitar.
1 Fragmentos de la ponencia del escritor, dibujante y humorista rosarino en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, llevado a cabo en noviembre de 2004 en Rosario, provincia de Santa Fe.