La paradoja es que esto ocurre después que la cumbre previa en Panamá en 2015 incluyera a Cuba, que hasta entonces estuvo ausente de estos foros porque su gobierno marxista-leninista era considerado incompatible con la democracia y el sistema interamericano.
El presidente cubano, Raúl Castro, está invitado nuevamente a la cumbre de Lima, aunque su presencia no ha sido confirmada aun por La Habana.
"Hay una evidente contradicción" entre invitar a Cuba y excluir a Venezuela, dice Fernando Rospigliosi, un exministro peruano de Interior y analista político, a BBC Mundo.
"La explicación es que lo que está ocurriendo con Venezuela en el último tiempo es extraordinario en Sudamérica: la represión, más de un centenar de muertos, la violación de las normas legales y constitucionales de parte del gobierno de (Nicolás) Maduro… eso no ocurría desde hace mucho tiempo en la región", agrega.
La idea de Perú y otros 11 países del Grupo de Lima, así como de EE.UU., es que la presión internacional puede contribuir a mejorar las cosas en Venezuela.
"En el caso de Cuba, está clarísimo que no: ya han habido todas las presiones del mundo y eso no ha funcionado, porque es una dictadura consolidada", sostiene Rospigliosi.
Para la cumbre previa de Panamá, varios países latinoamericanos condicionaron su participación a que Cuba fuera invitada, pero semejante presión no se ha visto ahora para exigir la asistencia de Venezuela.
Esto, según analistas, refleja el giro hacia la centro-derecha que hubo en distintos países de la región y la pérdida de influencia de Caracas, incluso entre sus aliados del ALBA.
"Venezuela ya no tiene los instrumentos que tenía para influenciar con apoyos económicos o petróleo", sostiene Velasco.