EDITORIAL | Autor: redacción | 15-12-2017
Torpeza
El macrismo en pañales
Otra vez fue un escándalo. Al igual que dÃas atrás, cuando unos 30 militantes intentaron bloquear a la fuerza la emisión de un dictamen a favor de la reforma previsional, la Cámara de Diputados volvió a convertirse ayer en un polvorÃn polÃtico, pero esta vez en pleno recinto. AllÃ, un grupo de legisladores opositores se llevó por delante al oficialismo, que no atinó a controlar la situación.
A tal punto, que un puñado de legisladores –entre ellos varios de La Cámpora, como Máximo Kirchner, Andrés Larroque y Axel Kicillof- se abalanzaron sobre el estrado de la presidencia del cuerpo, donde estaba el macrista Emilio Monzó, para exigirle a los gritos que levantara la sesión, con el argumento de que la Gendarmería reprimía a manifestantes fuera del palacio legislativo.
La arremetida de los diputados opositores, entre los que también se vio al platense Carlos Castagneto y al ex radical Leopoldo Moreau –visiblemente exaltados- tuvo lugar justo cuando el quórum oscilaba entre 127 y 128 legisladores sentados en sus bancas, con lo cual Cambiemos estaba a punto de conseguir el “número mágico” de 129 para comenzar el debate de la reforma.
Se trató de una acción desesperada, una suerte de último recurso, que incluyó la denuncia de que la Policía Federal había golpeado a otra diputada camporista, Mayra Mendoza, y al teatral ingreso al recinto de su colega Victoria Donda con muletas incluidas, tras un encontronazo con gendarmes el último miércoles. Así y todo, el tablero oficial marcó el quórum de 129 en dos oportunidades.
Pero a esa altura de los acontecimientos, la situación se había desmadrado. Entonces tomó la palabra Mario Negri, el radical que preside el interbloque de Cambiemos, para advertir que “una cosa es reclamar y otra distinta obstruir”, en un tono más calmo que el utilizado previamente por Elisa Carrió, quien ironizó que “los diputados no deben atropellar a las fuerzas de seguridad”.
Así, la jefa de la Coalición Cívica y referente de Cambiemos sugirió que el kirchnerismo y los bloques de izquierda montaron una puesta en escena para victimizarse frente al despliegue de Gendarmería y otras fuerzas de seguridad, que blindaron el Congreso desde el miércoles por la noche. Ese pensamiento también anidaba ayer en los principales despachos de la Casa Rosada.
Pero lo cierto es que, según pudo constatar EL DIA en la Cámara de Diputados, a la sobreactuación del kirchnerismo y sus aliados se sumó la ineficacia de las espadas legislativas de Cambiemos para lograr que al menos una decena de diputados que habían comprometido su apoyo a la reforma previsional, se sentaran en sus bancas para comenzar la sesión y dejar atrás el griterío político.
En ese marco estuvo especialmente activo Nicolás Massot, jefe del bloque del PRO, primero enviando mensajes desde su teléfono celular y luego conversando personalmente con los diputados peronistas que venían dialogando con el Gobierno para apoyar la reforma, la mayoría de ellos por mandato de los gobernadores del PJ. Pero esos contactos resultaron infructuosos.
Así se lo vio especialmente dubitativo al salteño Pablo Kosiner, alineado con el gobernador Juan Manuel Urtubey, un peronista de la nueva generación que parece más cercano al presidente Mauricio Macri que a su antecesora Cristina Kirchner. Tampoco los massistas colaboraron en esta oportunidad con Cambiemos, ya que ningún miembro de ese bloque se sentó para dar el quorum.
Incluso la jefa de la bancada, Graciela Camaño, pasó un momento de zozobra cuando pidió la palabra para reclamar que se levantara la sesión y el tablero marcó la presencia de 128 diputados, con lo cual debió pararse de su banca rápidamente para que Monzó no diera por comenzado el debate. Luego los opositores cantaron el Himno, entre ellos Kicillof poniendo los dedos en V.
Hacia las tres de la tarde, una hora después de convocada la sesión, Carrió y Negri subieron al estrado de la presidencia a parlamentar con Monzó. Después de esa charla, “Lilita” regresó a su banca y pidió la palabra: “Lo peor que puede hacer esta Cámara de Diputados es sesionar en este ambiente de violencia”, dijo. Y agregó: “No vamos a contestar su intolerancia con violencia”.
Entonces Monzó anunció: “Señores diputados, queda levantada la sesión”. Los legisladores de la oposición gritaron “jubilados, jubilados” y luego algunos de ellos entonaron la marcha peronista, mientras el oficialista Fernando Iglesias los filmaba con su celular. A su vez, Rossi festejaba a los abrazos con sus compañeros de bancada. Pero la tensión no se disipó una vez caída la sesión.
Mientras los kirchneristas se alegraban por el resbalón oficialista, en las afueras del Congreso las fuerzas de seguridad –en especial la Gendarmería- arrojaban gases lacrimógenos sobre los manifestantes que aún quedaban sobre la plaza ubicada frente al palacio legislativo. Y en las inmediaciones, algunos encapuchados se retiraban quemando al paso containers de basura.
También prendieron fuego varios automóviles, de los cuales los cartoneros de la zona intentaban recuperar partes de los motores. Al cabo, se trató de una jornada que no dejó nada positivo para la política argentina. El Gobierno quiso forzar la aprobación de la reforma y en el apuro dejó cabos sueltos, que a la postre le valieron un fracaso legislativo.